El aparato urinario es un sistema crucial en el cuerpo humano, ya que es el encargado de regular los líquidos del organismo y eliminar los productos de desecho del metabolismo. Está formado por: los riñones, los uréteres, la vejiga y la uretra. Existen numerosas patologías que pueden afectar a este sistema, pero mencionaremos a continuación algunas de las más frecuentes.
El aparato urinario es un sistema que debe ser estéril, salvo el final de la uretra que conecta con el exterior. Por tanto, la proliferación de microorganismos en alguna de las otras regiones se considera infección. La infección del tracto urinario (ITU) es la proliferación de microorganismos en las diferentes zonas de este aparato. Según la parte afectada hablaremos de: cistitis, cuando sea la vejiga, uretritis, cuando afecta a la uretra, y pielonefritis, cuando alcanza el riñón. La pielonefritis es la más grave, pero la cistitis es la más frecuente. La prevalencia de la cistitis es mayor mujeres, debido a la menor longitud de la uretra femenina, y afecta al 37% al menos una vez en su vida.
En la mayoría de los casos estas infecciones no suelen ser complicadas si se tratan correctamente, aunque cursas con síntomas muy molestos e incómodos como: disuria (dolor o molestias al orinar), polaquiuria (necesidad de orinar con mucha frecuencia pero poca cantidad), deseo de micción constante y dolor suprapúbico. La aparición de síntomas como molestar general, fiebre o dolor lumbar, etc; podría suponer un cuadro más grave como pielonefritis (1).
Es una patología crónica que se caracteriza por la obstrucción de las vías urinarias como consecuencia de la formación de cálculos o piedras. Afecta al 10% de la población y el 50% de las personas que la padecen tienden a presentar recurrencias. El origen de los cálculos es multifactorial y puede ser debido a: alteraciones del pH urinario o trastornos metabólicos que desencadenan la formación de cálculos, así como factores externos: alimentación, deshidratación, etc (2,3,4).
Los cálculos pueden ser de varios tipos (2,3):
– No infecciosos: Son los más comunes. Los cálculos de calcio suelen ser los más frecuentes y suponen un 70-80% del total de las litiasis, aunque también las de ácido úrico representan un 6-17%.
– Infecciosos. Representan entre 6 y 20% del total de litiasis. Son más frecuentes en mujeres y se produce por bacterias ureolíticas, como Proteus. El tipo de cálculo más frecuente es el de estruvita.
– Genéticos. Son los más raros y suelen producirse por un trastorno hereditario, un ejemplo son los cálculos de cistina.
Los cálculos renales pueden ser de diferente tamaño y esto determinará la gravedad. Los más pequeños pueden ser eliminables por la orina sin presentar síntomas, mientras que los de mayor tamaño requerirán intervención médica.
El síntoma más común es la aparición de cólico nefrítico, un dolor intenso consecuencia de una obstrucción en las vías urinarias. Además, puede ser frecuente la hematuria (aparición de sangre en orina) debido a las lesiones que los cálculos pueden ocasionar al recorrer las vías urinarias, y, la infección de orina, como causa de la litiasis o como consecuencia del estancamiento de la orina en la zona obstruida (4).
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En definitiva, este complemento es especialmente interesante para evitar las recaídas en estas dos patologías tan recurrentes, y además, previene la aparición de cálculos de mayor tamaño al favorecer la eliminación de la arenilla. También puede administrarse junto a antibióticos favoreciendo un efecto sinérgico.
Referencias:
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